En las ciudades, los
organizaban y presidían sus magistrados que representaban en ellos al estado.
La vida pública quedaba paralizada durante las fiestas ya que se suspendía toda
actividad oficial. Durante ellas solamente se resolvían los asuntos de extrema
urgencia. Ejercían una gran influencia en las relaciones de los estados, se
acudía a ellos desde los sitios más remotos y se establecían treguas de
carácter sagrado. Los juegos públicos eran una ocasión de acercamiento entre
los Estados Griegos. Constituían el alma de las relaciones interhelénicas,
puesto que equivalían a verdaderas asambleas generales del pueblo griego.
Progresivamente además de las polis de la Grecia
continental, aumentó la participación de las múltiples colonias griegas
diseminadas por las costas del Mediterráneo.
Olimpia
se convirtió en una poderosa fuerza, que aglutinó, con la idea de un
panhelenismo creciente, a todos los emigrantes griegos dispersos por el mundo
helénico. La participación oficial de las ciudades griegas en las ofrendas y
sacrificios y la colaboración de los particulares creaba una sensación de
hermandad y surgía el sentimiento de la pertenencia a una estructura
socio-política superior al de la polis. Paralelamente el espíritu de
competencia, monopolizado tradicionalmente por la nobleza, se extendió al resto
de la sociedad, que sin abandonar aun sus raíces religiosas, infundieron en el
deporte características más democráticas.
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